martes, 24 de febrero de 2009

El tiempo de un café (1)


Suena la tele. No se que programa es. El bar esta medio lleno y el mar entero calmado, mucho. Entra alguien con muletas, se le cae una y le cuesta recogerla. Un puño negro, lleno de relojes, se paséa por el local. Entre la orilla del mar y la puerta del local alguien mira para adentro, reconociendo. Un par de chapas caen al suelo. Las muletas descubren que están solas de monedas y salen fuera. Una máquina trocea un embutido que va cubriendo pan. Alguien razona, pule su pensamiento, dándolo generoso a quien quiera recogerlo. De otra máquina sale vapor, cae sobre un cristal, burbujeando se licua. Hay risas en la televisión. El razonador se torna hacía el aparato, con mirada de enfado, las carcajadas parecían acompañar el afilado final de su razonar. El suelo está bastante limpio. Mi ceniza cae en él, quebrándose, esparciendo gris sobre brillos de luces. Se me ha apagado el cigarro; una chispa, una llama y el humo vuelve a acompañar. Más ceniza sobre el papel, mezclándose con las lineas escritas. Una silla es ocupada, cubierta entera, por un trasero azul celeste. Más vapor, más calor. Cambio de ruidos en la tele, sonidos de comienzo. Tazas cubriendo la barra. Algunas personas caminan, van tapándome la orilla. Más pedidos, más tazas, más ceniza, más risas televisivas... Acabo el cigarro, el café y salgo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mola, es como estar en ese bar.
Oliendo, viendo, escuchando