domingo, 15 de febrero de 2009

Los granos de arroz


Cuentan que cuando el tiempo aún no era viejo, vivía en el lejano país de los samurais, un carretero llamado Masakatsu. A este, aunque conocía la vieja regla de no dejar ningún grano de arroz sin comer en el plato para no ofender a la madre tierra, su glotonería le llevaba, en el momento de servirse el cotidiano arroz, a tomar mas cantidad de la que podía engullir; de tal forma que siempre, a escondidas de los demás, arrojaba los granos sobrantes.

Siguen contando que al anciano maestro zen Natsu le fue encargado ir a buscar a una lejana provincia un cargamento de arroz. El maestro eligió como conductor de su carromato a Masakatsu. El viaje duraría tres días.

Al acabar la comida el primer día, Masakatsu logro arrojar el arroz sobrante sin que aparentemente el maestro se percatase.

- ¿Masakatsu acabaste todo el arroz de tu plato?

- Seguro admirado y querido maestro, conozco la regla.

Natsu callo.

En la segunda jornada de su viaje, a Masakatsu le costo evitar la mirada del maestro, pero aún así, muchos granos de arroz se perdiéron por el suelo.

- ¿Masakatsu acabaste todo el arroz de tu plato?

- No lo dude querido maestro, no olvido nunca nuestra vieja regla.

Natsu volvió a callar.

En el tercer día, con el arroz cargado y ya de vuelta, a Masakatsu le supuso un alarde, casi malabar, limpiar de su plato el arroz sobrante una vez satisfecha su gula.

- ¿Masakatsu acabaste todo el arroz de tu plato?

- ¡Claro que si maestro!. Me ofende con su pensamiento de que puedo incumplir la amada norma.

Los labios del maestro Natsu permaneciéron pegados.

A la vista de su ciudad, los caballos deseoso de su cuadra, tiraron bruscamente del carromato. Sorprendido Masakatsu soltó las riendas mientras caía al suelo. Con tan mala suerte que los sacos de arroz que transportaban le cayeron encima aplastándole. El anciano maestro intento vanamente liberar al carretero del peso que le asfixiaba, pero desistió al darse cuenta de lo inútil de su esfuerzo.

Acaban contando que mientras Masakatsu dejaba en el aire sus últimos suspiros el viejo maestro Matsu se sentó mirando al horizonte mientras una vez mas callaba.


A Mishima

Un tímido intento de cuento a la manera tradicional. Siempre me sentí atraído por esa regla del código Samurai.

No hay comentarios: